.
.
El poeta en la 21 Feria Internacional del Libro de Bogotá, Abril-Mayo, 2008
Lanzamiento del libro "Breviario de Santana", U. Nal. 2008. (1)
Fotografía: María Isabel Casas de
.
Fernando Herrera Gómez , Colombia 1958. Estudió algunos semestres de Filosofía y Letras en la Universidad de Antioquia. Ha publicado los siguientes libros de poesía: En la Posada del Mundo, Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia 1985, La Casa Sosegada, Universidad Nacional de Colombia 1999 y Sanguinas, Ganador del VIII Concurso Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus 2002 libro publicado en 2005 por la Universidad Nacional de Colombia. Ganó una Beca de Creación otorgada por Colcultura en poesía en 1993. Ganador de una Residencia Artística en México, del Grupo de los Tres en 2004. Ha sido profesor invitado de la Universidad Nacional de Colombia, publicista, editor de obra gráfica y de libros de artista y gestor cultural. Reseñista, traductor y comentarista de libros en revistas y periódicos especializados. Poemas suyos han aparecido en distintas revistas y antologías nacionales e internacionales. Con el libro Breviario de Santana ganó el Premio Nacional de Literatura – Poesía 2007, otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia (2)
Al ascender a galope tendido una de las colinas que
rematan el valle, con el jadeo de las cabalgaduras sudorosas,
nos detenemos a mirar desde lo alto. Al fondo
están las torres de la iglesia del pueblo y sus oscuros
campanarios, los tejados pardos de las casas moteados
por la vegetación de los solares y, más al fondo todavía, el
espejo enceguecedor de las aguas del embalse. A nuestros
pies, se divisan las tierras de la hacienda en medio de
los extensos y monótonos cobertizos de plástico de los
cultivos de flores que niegan el paisaje. Las tapias ruinosas
de los antiguos linderos, los pastizales azotados por el
viento, los barbechos, la carretera de curvas suaves, el
río, los arroyos, los ganados y la mancha nemorosa que
oculta la casa, el molino, el granero. Una esbelta torre
de hierro sostiene el enorme tanque plástico azul que
guarda el agua que surte los grifos de Santana.
...
La casa
Para quien llega por la carretera que hace un par de curvas en el trayecto
de medio kilómetro que hay desde la portada, la casa de Santana queda
un poco hacia la izquierda; la entrada principal es por el patio. Aparece
de frente con sus dos aguas en los extremos y en el centro el techo que
se inclina. Está cubierta de antiquísimas tejas de barro cocido, revestidas
de líquenes y musgos. Es de tapias pintadas de algo que una vez fue
blanco y con las puertas y ventanas de un azul desvaído. Desde lejos
se ve entre el jardín, con su amplio corredor de columnas de madera
terminadas en arcos ornamentados con labrados y su chambrana; las
puertas recargadas de listones y dinteles como de fi ligrana. Está medio
oculta entre las plantas y, al mismo tiempo, por todas partes invadida de
materas con geranios, unas suspendidas del techo, otras en los postes y
en el piso en toda suerte de soportes de hierro. En el corredor hay cinco
puertas que dan a las distintas habitaciones. Y adentro, en el centro, otro
patio, también colmado de macetas.
...
Unos fragmentos de muro lo custodian. Aún quedan algunos manzanos
y ciruelos de otras épocas, un papayuelo junto con un matorral de rododendros
y unos añosos alisos cubiertos de líquenes se yerguen junto al
caño que lo atraviesa. El huerto está a un lado de la casa y aquellas tapias
ruinosas le otorgan un aire de claustro de monasterio, una apacibilidad
conventual. Las paredes lo resguardan de los vientos, lo que hace que el
pasto allí crezca con mayor vigor. El ámbito todo es tan sereno y de tal
equilibrio que incluso el agua que corre por la acequia es callada.
.
Una hilera de montañas marca el límite del valle donde
se levanta Santana. Detrás están los llanos infifi nitos. En
tiempos de lluvias se adivinan apenas entre la bruma espesa,
pero en los días soleados se recortan oscuras y graves
contra el fifi rmamento diáfano. Sus formas son caprichosas.
A veces suaves y onduladas, otras abruptas, angulosas.
Se perciben lajas enormes - vestigios de antiguos hundimientos,
de cataclismos ignotos - que dan con su trazo
geométrico una irregularidad misteriosa. Esa es zona de
páramos y abundan las lagunas que fueron escenario de
ritos religiosos de los antiguos pobladores.
...
De madrugada puede oírse el tintineo de los arneses junto
con el estruendo de la carreta metálica que sale por el
camino a dejar las cantinas de la leche en la portada.
Juanito es el caballo que tira de la carreta. Es un potro
percherón de color oscuro entre castaño y moro, de patas
gruesas y peludas y de cuello colosal. No hace mucho lo
trajeron. Es de una nobleza y mansedumbre extraordinarias
que sólo se altera cuando alguna yegua pasa cerca, y
entonces relincha con vigor abriendo los ollares. Me tocó
ver cómo lo pusieron a tornear en el bramadero una tarde.
Alcanzó a golpearse mientras se acostumbraba, pero
en cosa de media hora ya sabía girar en ambos sentidos
con la mayor naturalidad; luego, poco a poco, fue aprendiendo
y en algo más de una semana ya estaba tirando
de la carreta. Hay que ver con qué energía trabaja en el
campo, cómo levanta las manos rítmicamente y enarca el
cuello majestuoso mientras arrastra tras de sí los pesados
instrumentos de labranza.
...
El granero
Hoy es utilizado como casa de mayordomo, pero antes
fue el molino donde se trituraban los granos. Tiene un aire
oriental de pagoda que le da un pequeño techo cuadrado
encima de la cubierta - también cuadrada - que se extiende
venciéndose por tramos. Sobre los cuatro caballetes del
tejado que rematan en el centro, se posan las palomas que
no cesan de zurear. Dicen que en el altillo vive la comadreja
que ha diezmado las aves de corral. Su puerta principal
da al patio empedrado. Adentro, al fondo, mezclados con
carbón de piedra, arden y crepitan los leños en el fogón
de la cocina. Sube hacia el cielo el humo sin cesar.
...
Queda en el lado opuesto del huerto, y entre la casa y el molino. En
la mitad de una tapia cubierta de enredaderas de jazmines, un pórtico
alto protegido por un estrecho alero de dos aguas sirve de entrada al
empedrado de cantos redondos e irregulares; al fondo hay cuatro o
cinco caballerizas en desuso y el cuarto de los aperos. Hay macetas de
geranios de distintos colores en las paredes y en los postes en derredor;
y en el medio una fuente de piedra en cuyo centro, en lo alto, cubierta
de musgo y colocada de plano sobre una vulgar columna de cemento,
está la antigua piedra circular del molino. Por el agujero del eje, brota el
agua que baña la piedra y que surte al estanque. Unos nerviosos peces
rojizos se agitan con el agua que cae.
...
Siempre han estado en Santana. Se les ve a veces a lo lejos en los potreros
comiendo pasto. Otras, plácidos, quietos en el agua serena, o espulgándose
las plumas bajo el sol, o chapoteando, jugueteando, alborotando y
removiendo el agua en el estanque. Ahora no son tantos, aunque pasan
de una docena. Antes hubo más de cuarenta, pero un día desaparecieron.
Dicen que se los llevó el río. Van en parejas con su andar torpe y cómico
que los hace moverse de un lado para el otro y, si nos aproximamos, ellos
bajan el cuello abriendo el pico y graznando amenazantes en señal de
molestia por nuestra cercanía. De pronto deja de verse una gansa durante
días, y en el momento menos esperado, entre los matorrales de la isla
del lago, al pasar por allí, se siente un soplido seco y vemos entonces a
la gansa llena de furia defendiendo el nido y los huevos que empolla. En
la noche, ante cualquier intruso, puede oírse el graznido de alarma de
la parvada y es como si alguien impulsara una pesada puerta haciendo
sonar sus goznes oxidados.
Página 34 de la revista y corresponde a la
http://www.flickr.com/photos/shakyvasquez/530104725/ en el portafolio de la fotógrafa
.
POEMAS
Del libro: "Brevario de Santana"
Del libro: "Brevario de Santana"
Premio Nacional (Colombia) de Poesía, 2007
.
La ruda
La ruda
.
De todos los olores de todas las hierbas, hay uno que pertenece
a estas tierras. No es el del pelargonio al agitarlo,
ni el del poleo en las eras, ni el del hervor del tomillo en
la cocina, ni el del romero de púas como de pino, ni el
del cidrón, ni el de la mejorana, ni el del toronjil que
alegra el sabor del agua. Es un olor que no se confunde,
que salta de pronto entre los arbustos, en los potreros,
que nace silvestre a orillas del río, cerca de las tapias,
en la mitad de los sembrados. A pie o a caballo, basta
con rozar la ruda, con tocar levemente sus minúsculas
hojas dentadas, sus flores amarillas, para que su olor se
levante como un vuelo de torcazas, para que su aroma
nos diga que estamos en Santana.
De todos los olores de todas las hierbas, hay uno que pertenece
a estas tierras. No es el del pelargonio al agitarlo,
ni el del poleo en las eras, ni el del hervor del tomillo en
la cocina, ni el del romero de púas como de pino, ni el
del cidrón, ni el de la mejorana, ni el del toronjil que
alegra el sabor del agua. Es un olor que no se confunde,
que salta de pronto entre los arbustos, en los potreros,
que nace silvestre a orillas del río, cerca de las tapias,
en la mitad de los sembrados. A pie o a caballo, basta
con rozar la ruda, con tocar levemente sus minúsculas
hojas dentadas, sus flores amarillas, para que su olor se
levante como un vuelo de torcazas, para que su aroma
nos diga que estamos en Santana.
Al ascender a galope tendido una de las colinas que
rematan el valle, con el jadeo de las cabalgaduras sudorosas,
nos detenemos a mirar desde lo alto. Al fondo
están las torres de la iglesia del pueblo y sus oscuros
campanarios, los tejados pardos de las casas moteados
por la vegetación de los solares y, más al fondo todavía, el
espejo enceguecedor de las aguas del embalse. A nuestros
pies, se divisan las tierras de la hacienda en medio de
los extensos y monótonos cobertizos de plástico de los
cultivos de flores que niegan el paisaje. Las tapias ruinosas
de los antiguos linderos, los pastizales azotados por el
viento, los barbechos, la carretera de curvas suaves, el
río, los arroyos, los ganados y la mancha nemorosa que
oculta la casa, el molino, el granero. Una esbelta torre
de hierro sostiene el enorme tanque plástico azul que
guarda el agua que surte los grifos de Santana.
...
La casa
Para quien llega por la carretera que hace un par de curvas en el trayecto
de medio kilómetro que hay desde la portada, la casa de Santana queda
un poco hacia la izquierda; la entrada principal es por el patio. Aparece
de frente con sus dos aguas en los extremos y en el centro el techo que
se inclina. Está cubierta de antiquísimas tejas de barro cocido, revestidas
de líquenes y musgos. Es de tapias pintadas de algo que una vez fue
blanco y con las puertas y ventanas de un azul desvaído. Desde lejos
se ve entre el jardín, con su amplio corredor de columnas de madera
terminadas en arcos ornamentados con labrados y su chambrana; las
puertas recargadas de listones y dinteles como de fi ligrana. Está medio
oculta entre las plantas y, al mismo tiempo, por todas partes invadida de
materas con geranios, unas suspendidas del techo, otras en los postes y
en el piso en toda suerte de soportes de hierro. En el corredor hay cinco
puertas que dan a las distintas habitaciones. Y adentro, en el centro, otro
patio, también colmado de macetas.
...
El huerto
Unos fragmentos de muro lo custodian. Aún quedan algunos manzanos
y ciruelos de otras épocas, un papayuelo junto con un matorral de rododendros
y unos añosos alisos cubiertos de líquenes se yerguen junto al
caño que lo atraviesa. El huerto está a un lado de la casa y aquellas tapias
ruinosas le otorgan un aire de claustro de monasterio, una apacibilidad
conventual. Las paredes lo resguardan de los vientos, lo que hace que el
pasto allí crezca con mayor vigor. El ámbito todo es tan sereno y de tal
equilibrio que incluso el agua que corre por la acequia es callada.
.
Una hilera de montañas marca el límite del valle donde
se levanta Santana. Detrás están los llanos infifi nitos. En
tiempos de lluvias se adivinan apenas entre la bruma espesa,
pero en los días soleados se recortan oscuras y graves
contra el fifi rmamento diáfano. Sus formas son caprichosas.
A veces suaves y onduladas, otras abruptas, angulosas.
Se perciben lajas enormes - vestigios de antiguos hundimientos,
de cataclismos ignotos - que dan con su trazo
geométrico una irregularidad misteriosa. Esa es zona de
páramos y abundan las lagunas que fueron escenario de
ritos religiosos de los antiguos pobladores.
...
Juanito
De madrugada puede oírse el tintineo de los arneses junto
con el estruendo de la carreta metálica que sale por el
camino a dejar las cantinas de la leche en la portada.
Juanito es el caballo que tira de la carreta. Es un potro
percherón de color oscuro entre castaño y moro, de patas
gruesas y peludas y de cuello colosal. No hace mucho lo
trajeron. Es de una nobleza y mansedumbre extraordinarias
que sólo se altera cuando alguna yegua pasa cerca, y
entonces relincha con vigor abriendo los ollares. Me tocó
ver cómo lo pusieron a tornear en el bramadero una tarde.
Alcanzó a golpearse mientras se acostumbraba, pero
en cosa de media hora ya sabía girar en ambos sentidos
con la mayor naturalidad; luego, poco a poco, fue aprendiendo
y en algo más de una semana ya estaba tirando
de la carreta. Hay que ver con qué energía trabaja en el
campo, cómo levanta las manos rítmicamente y enarca el
cuello majestuoso mientras arrastra tras de sí los pesados
instrumentos de labranza.
...
El granero
.
Es una construcción alta de gruesos muros, hecha de adobes
de barro crudo con dos hileras de minúsculas ventanas
laterales y cubierta con tejas oxidadas de zinc en dos aguas.
De un lado está burdamente encalada y en el otro lado se
ven desnudas las tapias. Ya no se muelen en Santana ni trigo,
ni avena, ni cebada, de tal manera que su destino original
hace tiempos no lo cumple. Hoy guardan en él un arrume de
cajones en los que funcionaron colmenas de un apiario que
también dejó de existir, madera de los árboles que talan de
tanto en tanto y que van utilizando en distintos menesteres.
Uno de los extremos se ha ido desmoronando y tiene un gran
boquete ya sin muro. Allí guardan el viejo tractor y los arados.
Adentro la trama de las vigas -armada con palos redondosestá
negra de hollín, al parecer por una antigua forma de
inmunizar la madera. Es albergue de ratones cerealeros, y los
gorriones y las golondrinas a veces anidan en su interior. El
viento silba en los fifi los de las tejas metálicas y de pronto se
oyen caer con estrépito las bellotas de los eucaliptos cercanos.
De resto el granero es fresco, oscuro y silencioso.
...
Es una construcción alta de gruesos muros, hecha de adobes
de barro crudo con dos hileras de minúsculas ventanas
laterales y cubierta con tejas oxidadas de zinc en dos aguas.
De un lado está burdamente encalada y en el otro lado se
ven desnudas las tapias. Ya no se muelen en Santana ni trigo,
ni avena, ni cebada, de tal manera que su destino original
hace tiempos no lo cumple. Hoy guardan en él un arrume de
cajones en los que funcionaron colmenas de un apiario que
también dejó de existir, madera de los árboles que talan de
tanto en tanto y que van utilizando en distintos menesteres.
Uno de los extremos se ha ido desmoronando y tiene un gran
boquete ya sin muro. Allí guardan el viejo tractor y los arados.
Adentro la trama de las vigas -armada con palos redondosestá
negra de hollín, al parecer por una antigua forma de
inmunizar la madera. Es albergue de ratones cerealeros, y los
gorriones y las golondrinas a veces anidan en su interior. El
viento silba en los fifi los de las tejas metálicas y de pronto se
oyen caer con estrépito las bellotas de los eucaliptos cercanos.
De resto el granero es fresco, oscuro y silencioso.
...
El molino
Hoy es utilizado como casa de mayordomo, pero antes
fue el molino donde se trituraban los granos. Tiene un aire
oriental de pagoda que le da un pequeño techo cuadrado
encima de la cubierta - también cuadrada - que se extiende
venciéndose por tramos. Sobre los cuatro caballetes del
tejado que rematan en el centro, se posan las palomas que
no cesan de zurear. Dicen que en el altillo vive la comadreja
que ha diezmado las aves de corral. Su puerta principal
da al patio empedrado. Adentro, al fondo, mezclados con
carbón de piedra, arden y crepitan los leños en el fogón
de la cocina. Sube hacia el cielo el humo sin cesar.
...
El patio
Queda en el lado opuesto del huerto, y entre la casa y el molino. En
la mitad de una tapia cubierta de enredaderas de jazmines, un pórtico
alto protegido por un estrecho alero de dos aguas sirve de entrada al
empedrado de cantos redondos e irregulares; al fondo hay cuatro o
cinco caballerizas en desuso y el cuarto de los aperos. Hay macetas de
geranios de distintos colores en las paredes y en los postes en derredor;
y en el medio una fuente de piedra en cuyo centro, en lo alto, cubierta
de musgo y colocada de plano sobre una vulgar columna de cemento,
está la antigua piedra circular del molino. Por el agujero del eje, brota el
agua que baña la piedra y que surte al estanque. Unos nerviosos peces
rojizos se agitan con el agua que cae.
...
Los gansos
Siempre han estado en Santana. Se les ve a veces a lo lejos en los potreros
comiendo pasto. Otras, plácidos, quietos en el agua serena, o espulgándose
las plumas bajo el sol, o chapoteando, jugueteando, alborotando y
removiendo el agua en el estanque. Ahora no son tantos, aunque pasan
de una docena. Antes hubo más de cuarenta, pero un día desaparecieron.
Dicen que se los llevó el río. Van en parejas con su andar torpe y cómico
que los hace moverse de un lado para el otro y, si nos aproximamos, ellos
bajan el cuello abriendo el pico y graznando amenazantes en señal de
molestia por nuestra cercanía. De pronto deja de verse una gansa durante
días, y en el momento menos esperado, entre los matorrales de la isla
del lago, al pasar por allí, se siente un soplido seco y vemos entonces a
la gansa llena de furia defendiendo el nido y los huevos que empolla. En
la noche, ante cualquier intruso, puede oírse el graznido de alarma de
la parvada y es como si alguien impulsara una pesada puerta haciendo
sonar sus goznes oxidados.
+++
+++
(1) Detalles de el lanzamiento en:NTC ... poesía
(2) Más información sobre el autor:
Fernando Herrera es el destinatario del
Fernando Herrera es el destinatario del
Premio Nacional de Poesía, 2007, de Colombia.
http://www.alforjapoesia.com/virtual/gaceta_more.php?id=A511_0_7_0_M
La nota del Ministerio de Cultura de ese país informa: Con el libro Breviario de Santana, Fernando Herrera Gómez, poeta de la ciudad de Medellín, ganó el Premio Nacional de Literatura – Poesía 2007, otorgado por el Ministerio de Cultura, a través del Programa Nacional de Estímulos. Fernando Herrera se hizo merecedor del Premio Nacional de Poesía, 2007, con el libro Breviario de Santana. Son 60 poemas en prosa que giran en torno a los elementos de una hacienda en la sabana de Bogotá. Un paisaje idílico con algunas pinceladas de sangre, sugeridas apenas. El jurado estuvo compuesto por Juan Manuel Roca, Marco Antonio Campos y Gonzalo Rojas.
http://www.alforjapoesia.com/virtual/gaceta_more.php?id=A511_0_7_0_M
La nota del Ministerio de Cultura de ese país informa: Con el libro Breviario de Santana, Fernando Herrera Gómez, poeta de la ciudad de Medellín, ganó el Premio Nacional de Literatura – Poesía 2007, otorgado por el Ministerio de Cultura, a través del Programa Nacional de Estímulos. Fernando Herrera se hizo merecedor del Premio Nacional de Poesía, 2007, con el libro Breviario de Santana. Son 60 poemas en prosa que giran en torno a los elementos de una hacienda en la sabana de Bogotá. Un paisaje idílico con algunas pinceladas de sangre, sugeridas apenas. El jurado estuvo compuesto por Juan Manuel Roca, Marco Antonio Campos y Gonzalo Rojas.
http://www.alforjapoesia.com/virtual/gaceta_more.php?id=A511_0_7_0_M Allí otros poemas del libro.
...
Libros
Breviario de Santana, Fernando Herrera Gómez, Universidad Nacional, 2008, 84 páginas
Fecha: Revista Seamana, Julio,19/2008 -1368
Breviario de Santana, Fernando Herrera Gómez, Universidad Nacional, 2008, 84 páginas
Fecha: Revista Seamana, Julio,19/2008 -1368
http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=113777
La primera impresión es la de estar leyendo una poesía muy distinta de la que se escribe actualmente e incluso de la que conocíamos del propio Fernando Herrera Gómez. ¿Poesía insular? Desde luego que no, el epígrafe de Aurelio Arturo da una pista clara de su filiación. Breviario de Santana –libro con el cual su autor obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 2007–, al igual que Morada al sur, o Los trabajos perdidos, de Álvaro Mutis, evoca un paisaje, una geografía precisa, que quiere prolongarse a través de la palabra.
Pero el rastreo de las influencias no es otra cosa que la utilización de muletas para adentrarnos en un territorio nuevo, desconocido, original. La hacienda sabanera de Santana, con su olor a ruda, su huerto, su granero, su ordeño, sus pesebreras, su jardín, sus garzas y su lluvia, empieza a surgir –a existir– con toda nitidez frente al afortunado lector de estas prosas. Estamos en Santana y, sin conocerla, podemos sentir su antigua y renovada belleza.
La primera impresión es la de estar leyendo una poesía muy distinta de la que se escribe actualmente e incluso de la que conocíamos del propio Fernando Herrera Gómez. ¿Poesía insular? Desde luego que no, el epígrafe de Aurelio Arturo da una pista clara de su filiación. Breviario de Santana –libro con el cual su autor obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 2007–, al igual que Morada al sur, o Los trabajos perdidos, de Álvaro Mutis, evoca un paisaje, una geografía precisa, que quiere prolongarse a través de la palabra.
Pero el rastreo de las influencias no es otra cosa que la utilización de muletas para adentrarnos en un territorio nuevo, desconocido, original. La hacienda sabanera de Santana, con su olor a ruda, su huerto, su granero, su ordeño, sus pesebreras, su jardín, sus garzas y su lluvia, empieza a surgir –a existir– con toda nitidez frente al afortunado lector de estas prosas. Estamos en Santana y, sin conocerla, podemos sentir su antigua y renovada belleza.
---
Sobre el libro, contenido y adquisición: Breviario de Santana
+++
Click aquí para regresar al contenido de la Revista, o en
+++